Viena - "Estrella del rock" para algunos y "oportunista" para otros, el canciller austriaco, Sebastian Kurz, cuyo país asume la presidencia rotativa de la Unión Europea (UE), no deja a nadie indiferente.

Austria comenzó el 1 de julio su semestre al frente de la UE, en un momento en que los gobiernos europeos endurecen sus discursos sobre la acogida de los demandantes de asilo, un asunto que divide a los Estados miembros.

Una suerte para el dirigente conservador de 31 años, aliado a la extrema derecha austriaca (FPÖ) desde diciembre, que se jacta de ser uno de los artífices del cierre de la "ruta de los Balcanes" en 2016, cuando era ministro de Relaciones Exteriores, y ya anunció su intención de convertir la cuestión migratoria en la prioridad de su mandato al frente de los 28.

El líder del Partido Popular austriaco (ÖVP) logró su ascenso y selló su alianza con el FPÖ con la promesa de una política sin concesiones hacia los migrantes.

Kurz es una figura controvertida, pero sabe entender las preocupaciones actuales, explica a la AFP Patrick Moreau, investigador en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) francés y experto en Austria. "Su crítica a la decisión de Angela Merkel de abrir temporalmente sus fronteras en 2015 es cada vez más compartida", así como su "eurofilia crítica", añade Moreau.

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El canciller austriaco, Sebastian Kurz, comparece ante el Parlamento Europeo para explicar las líneas maestras de su presidencia de la UE, el 3 de julio de 2018 en la ciudad francesa de Estrasburgo. Foto: Frederick Florin / AFP

Kurz es partidario de la UE, siempre y cuando conceda más soberanía a los Estados miembros. Una visión que comparte con el FPÖ y los demás partidos ultraderechistas de Europa, que abandonaron, en su mayoría, sus planes de salida del bloque.

"Ya sea como gestor de una crisis de refugiados, como encarnación de las esperanzas de la derecha o como buen estratega, la presidencia austriaca de la UE le ofrecerá al canciller la posibilidad de destacar", escribe el diario centrista austriaco Kurier.

Marketing político

Para Austria y sus 8,7 millones de habitantes, el clima político está en las antípodas del que imperaba en el año 2000, cuando la derecha conservadora del ÖVP cerró, por primera vez, una alianza con la extrema derecha de Jörg Haider. La coalición se granjeó entonces numerosas críticas internacionales y la UE mantuvo durante meses sanciones contra Viena.

Dieciocho años después, en un momento en que las derechas identitarias van viento en popa, "Kurz es una figura reconocida en el escenario internacional y los austriacos están orgullosos de él", asegura Moreau.

El nuevo embajador estadounidense en Berlín calificó a Kurz de "estrella del rock" y los miembros del partido bávaro CSU, que exigen a la canciller alemana, Angela Merkel, una política de asilo menos generosa, destacan "su afinidad" con el gobierno austriaco.

El ejecutivo goza, además, de un buena popularidad en los sondeos nacionales. "La fuerza del gobierno consiste en presentar una imagen de armonía, gracias a un intenso marketing político", especialmente en las redes sociales, analiza el politólogo Thomas Hofer.

Después de que las disputas políticas acabaran en las legislativas de octubre con la gran coalición entre socialdemócratas y conservadores que llevaba cerca de 11 años en el poder, el ÖVP y el FPÖ tienen por consigna no mostrar sus diferencias en público, explica Hofer.

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El canciller austriaco, Sebastian Kurz (izq), y su homólogo búlgaro, Boiko Borisov, sostienen un banderín de la UE en presencia del presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, el 30 de junio de 2018 en Schladming (Austria). Foto: Alex Halada / AFP

"Maestro de la distracción"

En las primeras semanas del nuevo ejecutivo, la cancillería se abstuvo de intervenir en la polémica generada por una serie de revelaciones sobre la cultura neonazi arraigada en los círculos próximos al FPÖ.

Los detractores de Kurz consideran que el perfil un tanto aburrido de Kurz y su moderación en cualquier circunstancia son señales de un "oportunismo" que se impone a los valores.

Como cuando viajó a Budapest un día después de que el Parlamento húngaro adoptara una polémica ley que sanciona la ayuda aportada por las oenegés a los migrantes. Frente al dirigente nacional-conservador Viktor Orban, no mencionó el texto y prefirió presentarse como un "hacedor de puentes" con los países de Europa Central.

"Kurz es un maestro de la distracción", lamenta el semanario liberal de izquierdas austriaco Falter, dando el ejemplo de una rueda de prensa convocada para anunciar el cierre de varias mezquitas mientras el ministro del Interior, el ultraderechista Herbert Kickl, se hallaba en el centro de una tormenta política, acusado de querer controlar los servicios de inteligencia.

Por Sophie Makris

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