Londres - El gobierno británico esgrime el desempleo más bajo en 40 años (4,3%) para defender su política económica, pero tras él se oculta el vía crucis cotidiano de quienes se quedaron al margen y siguen sin trabajo.

En el Reino Unido, el subsidio a los parados o a quienes no pueden trabajar por razones médicas es de 73 libras semanales, o sea, unas 310 libras al mes (353 euros, 436 dólares). Una ayuda que reciben más de 2,8 millones de beneficiarios y que no les permite vivir decentemente.

"Es supervivencia, estamos obligados a contar con los demás para salir adelante", explica Mark Webb, un desempleado de 48 años que vive en el barrio londinense de Southwark.

Tras perder su trabajo, este antiguo preparador físico pudo conservar su vivienda porque el Estado asumió el alquiler. Para sus comidas, cuenta con la ayuda de su panadero, que le da existencias que no vendió, y de una vecina que le prepara sopas.

"Hay que ahorrar en todo. No caliento más que una sola habitación en mi casa y como latas de conservas o cosas crudas" para ahorrar en gas y electricidad,  precisa.

El subsidio de desempleo, indica Sarah Megarity, trabajadora social de la asociación Action West London, "no está hecho para que la gente viva de él, sino para que encuentre trabajo lo antes posible".

Su asociación ayuda a gente pobre y/o sin trabajo y les da consejos sobre cómo gestionar sus bajos recursos. "Con esas cantidades, la vida es muy difícil", sostiene. "Normalmente, les permite comprar comida y algunos billetes de autobús. Pero es problemático cuando además tienen que pagar las facturas", destaca.

"Círculo vicioso"

John Williams se sabe de memoria esas cifras. "Pago 5 libras (5,7 euros) por semana por la electricidad, 7 libras por el agua, 20 por los transportes, 4 por el teléfono...", enumera este albañil de 50 años que salía de una oficina de Jobcentre Plus, la agencia nacional que ayuda a los desempleados. "Y para buscar empleo, me conecto a internet en la biblioteca", añade.

Los parados tienen que dar cuenta cada semana de las gestiones que hicieron para encontrar empleo o podrían perder su subsidio.

Williams no se queja. "Llegó a mantener la cabeza fuera del agua", afirma, aunque describe su situación como "un círculo vicioso". "Tengo que aceptar el primer empleo que se presenta, si no, me sancionan", narra. "Pero eso no me deja la posibilidad de conseguir un empleo más seguro o una formación que me sacaría para siempre del desempleo", señala.

Su vida profesional está ahora marcada por una sucesión de contratos cortos e inciertos. "En Navidad, trabajé tres días. Tenía que ser uno, pero me dijeron que volviera al día siguiente, y una vez más el otro", recuerda.

"Empleo precario"

Esa inestabilidad es cada vez más corriente: el mercado de trabajo británico ha conocido en los últimos años un fuerte aumento de las nuevas formas de empleo, que alimentaron la caída del paro.

El número de empleados por su cuenta aumentó hasta los 4,5 millones en septiembre de 2017 (+18% desde 2010) y los contratos de "cero horas", con los que las empresas no tienen la obligación de garantizar un mínimo de horas de trabajo pagadas, se multiplicaron por 5 desde 2010 (883.000 personas en junio de 2017, según las últimas cifras disponibles).

"Más que responder a los problemas a largo plazo que esperan a los solicitantes de empleo, nuestro sistema social les empuja a formas de empleo precario", lamenta Joe Dromey, analista del Instituto de investigaciones de políticas públicas, un círculo de reflexión que se define como "progresista".

"Así, mientras el desempleo ha bajado considerablemente, la pobreza no disminuye, porque la gente tiene empleos inestables, de bajos ingresos", afirma.

Aún así, el gobierno pretende reducir el presupuesto dedicado a los programas de seguimiento de los solicitantes de empleo. Les dedicará 130 millones de libras (147 millones de euros, 187 de dólares) a partir de 2019/2020, cuando en 2015/2016 les dedicaba 541 millones de libras (615 millones de euros, 762 de dólares).

Por Antoine Pollez

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