Sídney - Cuando en la Unión Europea y Estados Unidos los partidarios de las políticas antiinmigración tienen el viento en popa, Australia se ufana de sus controvertidas medidas draconianas que le permitieron disuadir a los migrantes de intentar llegar a sus costas.

Los conservadores en el poder adoptaron una línea dura hacia los migrantes hace cinco años, lo que les valió aplausos, así como fuertes críticas.

Hasta entonces los migrantes originarios de Afganistán, Sri Lanka u Oriente Medio zarpaban desde Indonesia para llegar casi a diario a las costas del norte de Australia. Unas 1.200 personas murieron ahogadas.

El gobierno australiano optó, para luchar contra los traficantes de seres humanos y disuadir a los migrantes, por la tolerancia cero. Los barcos eran sistemáticamente rechazados por los buques de la marina de guerra australiana y las operaciones en alta mar estaban rodeadas del mayor secreto.

Los que lograban a pesar de todo llegar a Australia eran enviados a campos de retención en el Pacífico, en Naurú o en Papúa Nueva Guinea. Incluso si una solicitud de asilo se consideraba fundada, no eran aceptados en territorio australiano. Esta política tuvo éxito. La cantidad de llegadas se redujo a casi nada.

Pero dividió a la opinión pública y dañó la reputación internacional del país. Los defensores de los derechos humanos, así como la ONU, criticaron a un país rico que daba la espalda a gente vulnerable. Las informaciones desde los campos de retención daban cuenta de abusos, casos de depresión, suicidios.

'Una buena idea'

Pero en la Unión Europea y en Estados Unidos, algunos toman a Australia como ejemplo. La presidenta del partido de ultraderecha francés Agrupación Nacional, Marine Le Pen, el nacionalista británico antiinmigración Nigel Farage o el nuevo ministro de Interior italiano, Matteo Salvini, citaron en algún momento el modelo australiano.

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El primer ministro australiano, Malcolm Turnbull, da una rueda de prensa en Sídney el 2 de mayo de 2018. Foto: Ludovic Marin / AFP

Poco después de su investidura, el presidente estadounidense Donald Trump tuvo una conversación telefónica tempestuosa con el primer ministro australiano, Malcolm Turnbull. Pero sobre la inmigración, los dos mandatarios llegaron a un acuerdo. "Es una buena idea. Deberíamos hacer lo mismo. Son peores que yo", dijo Trump a su interlocutor, según el diario The Washington Post.

Los observadores señalan, no obstante, que el modelo de Canberra es difícil de reproducir. Australia es una isla continente rodeada de peligrosas aguas.

"Hay una gran diferencia. Europa y Estados Unidos tienen fronteras terrestres y es muy difícil impedir llegar a la gente", dice Stephen Castles, especialista de temas migratorios en la Universidad de Sídney.

"No hay ninguna duda de que Estados Unidos y algunos dirigentes europeos consideran a Australia como un ejemplo. Pero Australia, que firmó la convención de la ONU (sobre los refugiados), viola sus obligaciones en materia de derechos humanos", dice a la AFP.

Política 'punitiva'

La ONU denunció una política "punitiva" hacia los migrantes que "socava sus derechos humanos".

El campamento de la isla de Manus, en Papúa Nueva Guinea, cerró sus puertas tras ser considerado inconstitucional por la justicia de ese país. Sus 600 ocupantes fueron enviados a tres centros de tránsito. Actualmente, 255 personas están detenidas en Naurú, en la mayoría familias, de ellas 22 niños, según los datos más recientes.

Muchos migrantes fueron enviados a otros países. Ironía del destino, algunos partieron hacia Estados Unidos en virtud de un acuerdo alcanzado con el expresidente Barack Obama.

En Australia, el tema ya no llega a las portadas de los diarios. El gobierno australiano hace valer que la tolerancia cero hacia los migrantes salva vidas y le permite acoger mejor a los que llegan por vía legal a solicitar asilo. Algunos ponen en duda esa afirmación. Pero el gobierno conservador está lejos de cambiar su política.

El fin de semana pasado, el ministro del Interior, Peter Dutton, aseguró que los traficantes siguen activos en Indonesia, en donde unos 14.000 migrantes esperan un barco. "Los barcos desaparecieron y si un solo barco logra llegar a Australia, lo noticia se propagará como un reguero de pólvora", dijo.

Por Martin Parry

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