La vegetación alimenta el fuego. Cuanto más seco esté el bosque, más rápido se extiende el fuego, viajando a hasta 5 kilómetros por hora. Cuanto más espeso sea el bosque, más rápido se extiende el fuego, especialmente si el matorral no se despeja regularmente. Una alfombra de hojas secas es el combustible perfecto.

En las zonas montañosas, las subidas tienden a acelerar el fuego, mientras que éste desacelera al descender.

En áreas de alto riesgo, se vigilan todo el día, todos los días.

Tan pronto como detectan un incendio, descargan agua mezclada con un retardante de llamas, una sal ignífuga que ayuda a evitar que la vegetación se queme.

Si el fuego se expande, los aviones contraincendios van y vienen sobre la zona, apagando las llamas con su carga de 6.000 litros.

En el terreno, los bomberos enviados son coordinados por un puesto de mando para asegurarse de que no se lesionen por las toneladas de agua que caen del aire.

Hay dos estrategias posibles. La ofensiva, en la que los bomberos se acercan lo más posible al fuego, rodeándolo. O la estrategia defensiva, en la que los equipos de bomberos esperan que el fuego los alcance, mientras protegen áreas vulnerables estableciendo una franja de vehículos que intervienen apagando las llamas.

En ciertos casos, en áreas boscosas deshabitadas, los guardabosques pueden encender incendios tácticos bajo la supervisión de los bomberos para crear zonas libres de vegetación que actúan como cortafuegos y privan al incendio de su combustible.

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