Los microplásticos son fragmentos de plástico de menos de 5 milímetros. Algunos son tan pequeños que resultan invisibles a simple vista. El nailon o polietileno, por ejemplo, una mezcla de polímeros y aditivos, son microplásticos constituidos de partículas minúsculas llamadas “lágrimas de sirena”.

Estos elementos los hallamos en los productos que consumimos diariamente: geles de ducha, cosméticos, fertilizantes, detergentes o pinturas. Las fibras sintéticas liberan grandes cantidades de microplásticos durante el ciclo de lavado. Otra gran fuente de esta contaminación proviene del desgaste de los neumáticos de los automóviles.

Difíciles de filtrar, estos microplásticos se encuentran por todos lados: en los ríos, mares, en la tierra o en el aire que respiramos. Miles de millones de residuos plásticos que demoran cientos de años en degradarse se desparraman en las playas del mundo entero.

Todas las especies que viven en los océanos, que forman parte de la cadena alimenticia humana, desde el zooplancton a las ballenas, ingieren esos microplásticos. Si bien se desconocen los efectos de los microplásticos en los organismos y ecosistemas, los aditivos que contienen son potenciales contaminantes químicos.

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