París - A contrarreloj y navegando entre susceptibilidades, la Unión Europea (UE) lucha por consensuar un etiquetado nutricional con el que promover una alimentación sana, después de descartar la fórmula Nutri-Score, promovida por Francia y denostada por Italia.

Como parte de su estrategia por promover la comida sana, en un continente en el que uno de cada cuatro adultos es obeso, según la OMS, la Comisión Europea debía presentar una propuesta de etiquetado armonizado y obligatorio antes de terminar el año 2022. Sin embargo, el calendario se ha alargado a una fecha indeterminada en 2023.

Inicialmente, la fórmula favorita era el Nutri-Score francés, con sus pastillas que van del verde al rojo y acompañadas de las letras de A a E, para evaluar los alimentos en función de la cantidad de buenos nutrientes (fibras, proteínas) y "malos" (sal, azúcar, ácidos grasos).

El sistema, voluntario y rechazado por algunas marcas internacionales de sodas y dulces, ya fue adoptado por seis de los 27 Estados de la UE: Francia, Alemania, España, Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo.

Pero la fórmula se topó con la oposición frontal de Italia, que cuenta con el apoyo de Grecia, Chipre, República Checa, Rumanía y Hungría. Ante este cisma, la Comisión Europea decidió en septiembre no proponer el Nutri-Score como fórmula de etiquetado nutricional, para "no poner sobre la mesa algo que polariza los debates".

Sin embargo, según 270 científicos que en marzo de 2021 lanzaron un llamamiento en favor del Nutri-Score, este es "el único logo nutricional de Europa que ha sido objeto de numerosos estudios científicos que demuestran su eficacia, su pertinencia y su utilidad para los consumidores y para la salud pública".

"Desgraciadamente, el panorama se ha complicado a causa de una campaña de cabildeo intenso contra esta herramienta, en beneficio de intereses comerciales", apunta Emma Calvert, de la Oficina Europea de Uniones de Consumidores.

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Etiquetas sobre las propiedades nutricionales de dos productos a la venta en un supermercado de Nantes, el 28 de febrero de 2023 al oeste de Francia. Foto: Loic Venance / AFP

Actualmente, Bruselas examina los distintos etiquetados existentes: el Nutri-Score, cuyas grandes líneas pueden pese a todo servir de inspiración, los logos verde o negro de los países nórdicos, y también el sistema defendido por Italia, el Nutrinform Battery, que tiene en cuenta las porciones potencialmente consumidas.

Italia defiende sus productos

Ya durante su campaña electoral, la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, intervino en el debate para denunciar unos dispositivos a su juicio "discriminatorios y penalizadores para nuestro sistema agroalimentario".

La poderosa industria italiana y sus grupos señeros como Ferrero (que comercializa Nutella y los bombones Ferrero Rocher) se verían afectados. Roma dice temer también una desvalorización de productos básicos de su gastronomía y de la dieta mediterránea, como el aceite de oliva, la miel, el queso parmesano, la pizza o el jamón de Parma.

Coldiretti, la principal asociación profesional del sector agrícola en Italia, ve una paradoja en el Nutri-Score, que termina por "excluir de la alimentación productos sanos y naturales presentes en la mesa desde hace siglos, para beneficiar productos artificiales".

Un argumento bien recibido por numerosos eurodiputados, que sugieren por ello atacar más bien los alimentos ultraprocesados y su marketing, y no los productos de la tierra. "El sobrepeso de los adolescentes no se debe a que coman demasiado camembert", ironiza la eurodiputada liberal Irène Tolleret.

La idea sería establecer un sistema en base a las porciones consumidas. En su formulación actual, el Nutri-Score francés califica los alimentos partiendo de una referencia de 100 gramos o 100 mililitros, para favorecer las comparaciones, pero sin tener en cuenta que algunos productos, como el aceite de oliva o el queso, se consumen en pequeñas cantidades.

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Unos paquetes de galletas con la advertencia de su alto contenido en calorías, grasas saturasdas y azúcares, el 20 de junio del año 2016 en un supermercado de Santiago de Chile. Foto: Martín Bernetti / AFP

El ejemplo de Chile

La propuesta de la Comisión debe ser debatida por los Estados y luego sometida a los eurodiputados antes de que se expire su actual mandato en 2024.

Mientras tanto, otros países avanzan, algunos con medidas más ambiciosas. Es el caso de Chile, con un sistema obligatorio desde 2016. "En este momento, hay 32 países que están implementando una ley similar a la chilena", explica Guido Girardi, el exsenador que promovió esta regulación.

En Chile, la presencia en un producto de un solo logo negro -indicativo de una presencia elevada de calorías, grasas saturadas, azúcar o sal- le impide a su fabricante hacer publicidad en la televisión o vender ese producto en los colegios.

"Uno de los efectos es que hay más de un 20% de los productos que se han reformulado", para reducir su cantidad de azúcar o sal, precisa Girardi.

Por Marina de Russé, con Julien Girault en Bruselas, Gildas Le Roux en Roma y Paulina Abramovich en Santiago

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