Abisko (Suecia) - El subsuelo congelado del Ártico y de Siberia, el permafrost, representa el 25% de la superficie terrestre del Hemisferio Norte. Su calentamiento constituye una bomba climática aún desconocida.
La temperatura de estas tierras, congeladas desde hace decenas de miles de años, ha aumentado más rápido que en el promedio del resto del planeta. En 2100, puede que el 90% de ellas haya desaparecido.
Además, al derretirse libera gran cantidad de gases de efecto invernadero: se estima que el permafrost contiene 1.700 billones de toneladas de carbono, dos veces más que la atmósfera.
Mientras más se calienta el permafrost, mayor es la cantidad de carbono y metano que sale al aire.
Mientras más se calienta el suelo, más vegetación crece y colabora con la aceleración de su deshielo.
Su desaparición también podría afectar la estabilidad de los cimientos de las casas de los inuits canadienses, de los oleoductos y de la infraestructura industrial de la región, concebidos para un suelo permanentemente congelado.
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