La temperatura de estas tierras, congeladas desde hace decenas de miles de años, ha aumentado más rápido que en el promedio del resto del planeta. En 2100, puede que el 90% de ellas haya desaparecido.

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Extensión actual del permafrost, superficie congelada y superficie estimada en 2100, según una hipótesis normal y una hipótesis pesimista de calentamiento global. Gráfico: Kenan Augeard y Sophie Ramis / AFP 

Además, al derretirse libera gran cantidad de gases de efecto invernadero: se estima que el permafrost contiene 1.700 billones de toneladas de carbono, dos veces más que la atmósfera.

Mientras más se calienta el permafrost, mayor es la cantidad de carbono y metano que sale al aire.

Mientras más se calienta el suelo, más vegetación crece y colabora con la aceleración de su deshielo.

Su desaparición también podría afectar la estabilidad de los cimientos de las casas de los inuits canadienses, de los oleoductos y de la infraestructura industrial de la región, concebidos para un suelo permanentemente congelado.

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Las consecuencias del deshielo del permafrost. Gráfico: Kenan Augeard y Sophie Ramis / AFP 

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