Estos tres metales están entre los más esenciales en la transición hacia la energía limpia: pueden almacenar grandes cantidades de energía en un formato compacto.

Antes de desmontarlas, las baterías se descargan completamente para que sean seguras. Luego se aíslan materiales como plástico, solventes y partes electrónicas.

Los metales estratégicos están ubicados en las celdas de la batería; cada una contiene un electrolito, un ánodo delete, lámina de cobre recubierta de grafito, y un cátodo add, lámina de aluminio recubierta de una mezcla de cobalto, níquel, manganeso y litio.

Las celdas pasan por un molinillo. Se recuperan fragmentos de ánodos y cátodos, se tamizan y luego se reducen a un polvo oscuro: es esta “masa negra” la que contiene el grafito y los metales a reciclar.

Luego, la masa negra se refina mediante un proceso de hidrometalurgia: primero se disuelven todos los elementos metálicos, excepto el grafito que se recupera en esta etapa, luego los elementos estratégicos se separan y purifican.

Se obtiene sulfato de níquel y cobalto, e hidróxido de litio, que se revenden a los fabricantes de baterías.

Se estima que del 90 al 95% de estos metales se pueden reciclar. Este reciclaje debería permitir que los fabricantes de baterías sean menos dependientes de los países productores de estos metales estratégicos.

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