Billy-Berclau (Francia) - Una batería de iones de litio de un coche eléctrico pesa unos 450 kilogramos que incluyen níquel, litio y cobalto.
Estos tres metales están entre los más esenciales en la transición hacia la energía limpia: pueden almacenar grandes cantidades de energía en un formato compacto.
Antes de desmontarlas, las baterías se descargan completamente para que sean seguras. Luego se aíslan materiales como plástico, solventes y partes electrónicas.
Los metales estratégicos están ubicados en las celdas de la batería; cada una contiene un electrolito, un ánodo , lámina de cobre recubierta de grafito, y un cátodo
, lámina de aluminio recubierta de una mezcla de cobalto, níquel, manganeso y litio.
Las celdas pasan por un molinillo. Se recuperan fragmentos de ánodos y cátodos, se tamizan y luego se reducen a un polvo oscuro: es esta “masa negra” la que contiene el grafito y los metales a reciclar.
Luego, la masa negra se refina mediante un proceso de hidrometalurgia: primero se disuelven todos los elementos metálicos, excepto el grafito que se recupera en esta etapa, luego los elementos estratégicos se separan y purifican.
Se obtiene sulfato de níquel y cobalto, e hidróxido de litio, que se revenden a los fabricantes de baterías.
Se estima que del 90 al 95% de estos metales se pueden reciclar. Este reciclaje debería permitir que los fabricantes de baterías sean menos dependientes de los países productores de estos metales estratégicos.
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